lunes, 10 de junio de 2013

Arca de la Alianza III

La presencia de Yahveh siguió haciéndose manifiesta cuando los filisteos se apoderaron del Arca y se la llevaron a Asdod para colocarla junto a la imagen de Dagón. Aquella noche, la imagen de ese dios cayó rostro a tierra; a la noche siguiente, la estatua cayó de nuevo delante del Arca y quedó con la cabeza y las palmas de las manos separadas del cuerpo. En el transcurso de los siete meses siguientes, el Arca fue pasando de una ciudad filistea a otra, y según pasaba, plagaba a los filisteos con hemorroides, y dejó a Eqrón sumida en “una confusión mortífera”, hasta que finalmente fue devuelta a Israel, junto con la ofrenda por la culpa requerida. (1Sa 5:1–6:12.)
La relación del Arca con la presencia de Yahveh exigía que se la tratase con el debido respeto y la más alta consideración. Debido a esto, tanto al ponerse en marcha el Arca como al posarse, Moisés pronunciaba expresiones de alabanza a Yahveh. (Nú 10:35, 36.) Por otra parte, tal fue la impresión que causó en el sumo sacerdote Elí oír que los filisteos se habían apoderado del Arca, que perdió el equilibrio, cayó de espaldas y se desnucó. Por el mismo motivo, cuando su nuera estaba en la agonía de la muerte, dijo: “La gloria se ha ido de Israel al destierro, porque el arca del Dios verdadero ha sido tomada”. (Sa 4:18-22.) Posteriormente, el rey Salomón afirmó: “Los lugares a los que ha venido el arca de Yahveh son cosa santa”. (2Cr 8:11.) No era un amuleto mágico. El Arca no era un amuleto mágico. Su sola presencia no garantizaba el éxito; más bien, las bendiciones de Yahveh dependían de la condición espiritual y de la obediencia fiel de los que la poseían. Por esta razón, los israelitas, acaudillados por Josué, sufrieron una derrota en Hai debido a su infidelidad, a pesar de que el Arca estaba en el campamento. (Jos 7:1-6.) De manera similar, aunque los israelitas estaban confiados porque el Arca se hallaba entre sus fuerzas de combate, los filisteos mataron a 30.000 soldados de Israel y hasta se apoderaron de ella. (1Sa 4:1-11.) La recuperación del Arca de manos de los filisteos fue una ocasión de gran regocijo, en la que se ofrecieron sacrificios y se expresaron gracias, lo que no impidió que Yahveh ‘derribara al pueblo con gran matanza’. ¿Por qué? “Porque habían mirado el arca de Yahveh”, una violación de su mandato expreso. (Sa 6:11-21; Nú 4:6, 20.) No se sabe con exactitud cuántos murieron en esa ocasión. El texto masorético dice: “De modo que derribó entre el pueblo a setenta hombres —cincuenta mil hombres—”. Esta construcción tan ambigua hace pensar que la expresión “cincuenta mil hombres” es una interpolación. La Versión Peshitta siriaca y una versión arábiga dicen que fueron derribados “cinco mil setenta hombres”. El Targum de Jonatán relata: “Y él derribó a setenta hombres entre los ancianos del pueblo, y a cincuenta mil entre la congregación”. La Versión de los Setenta dice que “él derribó a setenta hombres entre ellos, y a cincuenta mil de los hombres”, mientras que Josefo menciona solo a setenta hombres. (Antigüedades Judías, libro VI, cap. I, sec. 4.)

Lugares donde se guardó el Arca 

El Arca no se guardó en un lugar permanente hasta que se erigió el templo de Salomón. Cuando se completó la mayor parte de la conquista del país (c. 1467 a. E.C.), se trasladó a Siló, donde al parecer permaneció (con la excepción del tiempo que estuvo en Betel) hasta que la capturaron los filisteos. (Jos 18:1; Jue 20:26, 27; 1Sa 3:3; 6:1.) Una vez recuperada, y de nuevo en el territorio de Israel, estuvo primero en Bet-semes y después en Quiryat-jearim, donde permaneció unos setenta años. (1Sa 6:11-14; 7:1, 2; 1Cr 13:5, 6.)
Según el texto masorético, 1 Samuel 14:18 dice que durante los enfrentamientos del pueblo de Israel con los filisteos, el rey Saúl pidió al sumo sacerdote Ahíya que llevase el Arca al campamento. Sin embargo, según la Septuaginta, Saúl le dijo a Ahíya: “‘¡Acerca el efod!’ (Porque él llevaba el efod en aquel día delante de Israel.)”.
David tenía el buen deseo de trasladar el Arca a Jerusalén, pero el procedimiento que escogió en el primer intento provocó un desastre. En lugar de transportar el Arca con los varales sobre los hombros de los levitas qohatitas, de acuerdo con las instrucciones conocidas, permitió que la colocasen sobre un carruaje. Las reses que tiraban del carro estuvieron a punto de ocasionar un vuelco, y Uzah fue derribado por agarrar el Arca, una acción que la ley divina condenaba explícitamente. (2Sa 6:2-11; 1Cr 13:1-11; 15:13; Nú 4:15.)
Por fin fue trasladada a Jerusalén, transportada como era debido por los levitas (1Cr 15:2, 15), y allí estuvo guardada en una tienda durante el resto del reinado de David. (2Sa 6:12-19; 11:11.) Los sacerdotes quisieron llevársela cuando huyeron con motivo de la rebelión de Absalón, pero David insistió en que permaneciera en Jerusalén, pues confiaba en que Dios les permitiría a todos regresar indemnes. (2Sa 15:24, 25, 29; 1Re 2:26.) Él anhelaba construir una casa para poner en ella el Arca, pero Dios postergó su edificación hasta el reinado de Salomón. (2Sa 7:2-13; 1Re 8:20, 21; 1Cr 28:2, 6; 2Cr 1:4.) Fue entonces, con motivo de la dedicación del templo, cuando se trasladó el Arca de la tienda en la que se hallaba en Sión al Santísimo del templo, que se había edificado sobre el monte Moria, donde fue colocada bajo la sombra de las alas de dos grandes querubines. El Arca fue la única pieza de todo el mobiliario que había estado en el tabernáculo que se llevó al templo de Salomón. (1Re 6:19; 8:1-11; 1Cr 22:19; 2Cr 5:2-10; 6:10, 11; véanse El templo de Salomón; Querubín.)

La única referencia histórica al arca del pacto posterior a Salomón es de 642 a. E.C. —unos novecientos años después de su construcción—, y se halla en 2 Crónicas 35:3, donde se lee la orden del rey Josías de que el Arca se colocase de nuevo en el templo. Sin embargo, no se dice cómo llegó a estar fuera de él. Josías había ascendido al trono después de algunos reyes particularmente apóstatas, uno de los cuales había introducido una imagen tallada en la casa de Dios, por lo que es posible que uno de estos reyes inicuos sacase el Arca de su lugar. (2Cr 33:1, 2, 7.) Por otra parte, bajo el patrocinio de Josías se había llevado a cabo en el templo un amplio programa de reformas, así que cabe la posibilidad de que durante las obras se trasladase el Arca a otro lugar con el fin de evitar que sufriese algún desperfecto. (2Cr 34:8–35:19.) No se hace ninguna mención de que el Arca se llevase a Babilonia, y ni siquiera figura en la lista de los artículos que se sacaron del templo, ni se menciona que fuese devuelta y colocada en el templo que reconstruyó Zorobabel ni que se reemplazase por otra. No se ha llegado a saber cuándo desapareció ni en qué circunstancias. (2Re 25:13-17; 2Cr 36:18; Esd 1:7-11; 7:12-19.) Jeremías predijo el tiempo en que el arca del pacto ya no existiría, pero indicó que no se la echaría de menos y que no perjudicaría a los adoradores de Dios el no tenerla. En cambio, ‘llamarían a Jerusalén el trono de Yahveh’. (Jer 3:16, 17.) En el libro simbólico de Revelación, Juan dice: “Se vio en el santuario de su templo [en el cielo] el arca de su pacto”. El ‘arca del pacto’ mencionada en este pasaje tiene que ver con el nuevo pacto de Dios con la humanidad, y su presencia era una señal de que Dios de nuevo había asumido el poder mediante Su Ungido. (Rev 11:15, 19.)

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