sábado, 27 de abril de 2013

Concilio de Nicea II parte

Todo esto podría parecer muy complicado a simple vista, pero es más sencillo de lo que parece. Imagínense que en el año 308 siete emperadores tenían, más bien pretendían tener el título de Augusto: Maximiano, Galerio, Constantino, Majencio, Maximino Daia y Licinio. Incluso Domicio Alejandro, en África, se vistió de púrpura. Evidentemente la situación se solucionó a base de eliminación, nunca mejor dicho, de candidatos. Maximiano fue asesinado precisamente por Constantino, su propio yerno, en el año 310. En el 311 Galerio muere de enfermedad, no sin antes publicar un edicto de tolerancia religiosa hacia los cristianos, a los que persiguió enconadamente por servir de espías para sus adversarios. Ese mismo año un prefecto de Majencio asesina a Alejandro. Estos hechos dejan camino expedito a Constantino y Majencio en el Oeste, y a Licinio y Maximo Daia en el Este.

Lo cierto es que la figura de Majencio ha sido considerada como la de un usurpador por todos los historiadores, y como la de un tirano y asesino de cristianos por parte de las fuentes eclesiásticas. Lo primero es cierto, lo segundo no podría estar más lejos de la realidad. Majencio, de hecho, siempre practicó políticamente la tolerancia religiosa. Y tiene su lógica dado que los problemas que lo obligaban a gobernar al día, con el único apoyo de los pretorianos y del pueblo romano - la plebe-, no así de los elementos senatoriales que no veían con buenos ojos la fiscalidad impuesta a sus patrimonios, a lo que hay que sumar la pérdida de Hispania a manos de Constantino, y la falta de avituallamiento de Roma por culpa de los disturbios causados por Alejandro en África, no le permitían preocuparse por quien y que religión se practicaba.

Sin embargo, quien tomó la iniciativa que restablecería la unidad imperial fue Constantino, demostrando ser el mejor estratega de los cuatro en liza. Sabía que Licinio, responsable de la península balcánica, no intervendría ya que había llegado a un entendimiento con Maximino, así que invadió Italia por los Alpes y derrotó en el Puente Milvio a Mejencio el 28 de octubre de 312. La tradición católica entiende esa victoria como milagrosa e incluso dice que las legiones adoptaron la cruz como emblema para ir a la batalla, in hoc signo vinces. Pero la realidad es que el milagro habría sido que Majencio hubiese podido vencer a las legiones sólo con sus pretorianos, por no hablar de que las legiones mandadas por Constantino portaban como estandarte un esbozo de lo que más tarde pasaría a ser el Crismón o Lábaro, estandarte militar de Constantino, no la cruz, que como símbolo cristiano no fue usado jamás, y como símbolo católico no es usado hasta bien entrado el siglo VII. Es más, la cruz como símbolo era repudiado por los cristianos por su origen simbológico pagano ("Los cristianos incluso repudiaban la cruz debido a su origen pagano. [...] Ninguna de las imágenes más antiguas de Jesús lo representan en una cruz, sino como un dios pastor a la usansa de Osiris o Hermes, portando un cordero" - Barbara Walker, The womans enciclopedia of myths and secrets, San Francisco, Harper and Row, 1993-).
Constantino llega a un acuerdo con Licinio, más dado a negociar que a luchar, para repartirse el pastel, ganando a su causa a todos los grupos religiosos que pululan por el Imperio con el Edicto de Milán de 313. Para empezar la idea no parte de Constantino, sino de Licinio, que ya en el 311 había usado el mismo sistema firmando junto a Galieno un edicto de tolerancia para apaciguar a los grupos religiosos de sus ámbitos gubernamentales. Este primer edicto de 311, firmado por Licinio y Galieno, es obviado por las fuentes eclesiásticas de forma interesada, tomando el firmado en 313 como de libertad de culto para los cristianos en exclusiva y dando como impulsor del mismo a Constantino. Lo cierto es que tanto el de 311 como el de 313 son edictos de tolerancia religiosa para todas y cada una de las religiones que existen en ese momento, no sólo para los cristianos.

Este entente entre Constantino y Licinio dejó a Maximino Daia aislado. El edicto consiguió que las diferentes religiones en los territorios de este último se volvieran más belicosas e incluso inspiraran revueltas. Esto sumado a su débil posición estratégica dio como resultado su derrota en Adrianópolis a manos de Licinio ese mismo año 313. Maximino Daia es considerado por fuentes eclesiásticas como un acérrimo perseguidor de cristianos (¿...?). El Imperio volvía a tener los Augustos precisos. Licinio se convirtió en cuñado de Constantino al casarse con su hermana. Pero sólo eran aliados en apariencia.


La necesidad de creación del "Imperium Christianum" (306-379)


No hay comentarios:

Publicar un comentario