jueves, 23 de mayo de 2013

Estados Pontifices


Orígenes

Desde que se instituyó la sede episcopal de Roma, los fieles, y en mayor medida los emperadores cristianos, fueron donando a la Iglesia romana cuantiosos bienes territoriales, algunos de ellos constitutivos de importantes extensiones de terreno. Estas posesiones, más otras de carácter inmueble, vinieron a integrar lo que se conoció como Patrimonio de San Pedro, y estuvieron diseminadas por toda Italia e incluso fuera de ella. Su administración, aunque no convirtió inicialmente a los papas en jefes de Estado, les confirió no obstante auténticas prerrogativas civiles y políticas reconocidas por la Pragmática Sanción de 554 promulgada por el emperador Justiniano I (una vez que, tras la conquista de Belisario, Roma volvía a estar bajo la soberanía de los emperadores, tras el interregno hérulo y ostrogodo), entre otras la de poseer una fuerza militar que llegó a constituir un respetable ejército puesto en acción en múltiples ocasiones, en no pocas bajo el mando del propio pontífice-caudillo. Por otro lado, muchos de los papas procedían de las clases dominantes romanas y ejercieron simultáneamente el cargo episcopal y el de gobernante civil de la Ciudad Eterna. Tal fue el caso de Gregorio Magno (590 – 604), hombre avezado en el desempeño de funciones políticas pues había ostentado anteriormente el cargo de prefecto de la propia ciudad (prefectus Urbis) y pertenecía a una familia de patricios romanos.

Creación de los Estados Pontificios

Carlos Martel, en el 741, dividió el territorio del Pueblo franco en dos partes, una para Carlomán y otra para Pipino (sus dos hijos). Carloman abdicó en el 747 para convertirse en monje. Cuatro años después, Pipino El Breve (por su baja estatura), confinó en un monasterio al último descendiente de Clodoveo, el joven Childerico III; y fue proclamado por la nobleza rey de los francos, y se convirtió en el fundador de la Dinastía Carolingia. Pipino no solo fue rey por elección, sino que además recibió la bendición de la Iglesia. Obtuvo del papa Zacarías un mandato, según el cual, quien ostentaba el poder, podía asumir el título de rey “por la gracia de Dios”, ungido como David en el Antiguo Testamento.
A partir de ahí se produjeron nuevas conexiones entre el Papado y los monarcas francos. Roma se vio amenazada por los lombardos, cuyo ejército cercó la ciudad mientras el papa Esteban II solicitaba inútilmente ayuda al emperador de Bizancio. Denegado el auxilio bizantino, el papa pidió a Pipino una intervención urgente. El Rey franco realizó dos incursiones en Italia, forzó a los lombardos a abandonar el asedio de Roma y les obligó a devolver sus conquistas. Finalizado el conflicto, los territorios situados en la Romaña y las Marcas no fueron restituidos al control de Bizancio, sino que fueron conferidos al papa -donación de Pipino, en el año 756-, como legítimo representante del poder imperial. Este tratado destruyó a los lombardos y permitió la constitución del Estado Pontificio independiente de todo poder temporal, base del futuro poder de la Iglesia Romana.
Pero los Estados Pontificios no son creados hasta el pontificado de Esteban II, hacia 752. La tutoría del Imperio bizantino sobre Roma y su sede pontificia estaba declinando desde principios del siglo VIII. El distanciamiento respecto al imperio de Oriente se hizo cada vez más patente y profundo con visos de auténtica ruptura, como cuando el papa Constantino I, enfrentándose al emperador Filípico Bardanes, al que tildó de hereje, llegó a dirigir sus armas contra elexarca bizantino. En aquel clima de tensión, siendo de temer la ofensiva del lombardo Astolfo contra Roma tras haberse apoderado éste de Rávena, el Papa Esteban acude, en demanda de socorro, a los francos. Su rey, Pipino el Breve, se lo presta. La intervención de los francos apaciguó a Astolfo, quien aceptó traspasar Rávena a la «República Romana». Pero retirados aquellos, el rey lombardo incumplió su compromiso y, por añadidura, puso sitio a Roma. Nueva llamada del papa al reciente protector franco y nueva acción de éste en su auxilio.
Tras la victoria del rey franco sobre los lombardos el papa Esteban II presentó a Pipino un fantástico documento que pretendia ser la donación por parte del emperador romano Constantino a la Iglesia de enormes posesiones en la península italiana, así como de la primacía del Papa sobre los patriarcados orientales (por lo que se le llamó la Donación de Constantino). En realidad se trataba de un documento creado ex-profeso para la ocasión, pero suficiente para deslumbrar al analfabeto Pipino. De ese modo, sometidos por fin los lombardos, el rey franco hizo entrega al Papa del antiguo exarcado de Rávena (Rávena, FerraraBolonia, ...), de la Pentápolis (obispados de RíminiPésaro, Fano, Senigallia y Ancona) y de la región de Roma, confiriendo al sumo pontífice el dominio temporal de un estado que, con algunas variaciones geográficas, había de perdurar durante más de once siglos, hasta 1870.
Esteban II fue Papa del año 752 al 757. Al poco tiempo de ocupar el solio, Esteban vio en peligro la libertad de Roma a la llegada de Astolfo (749-756) tras la conquista de Rávena. Astolfo había prometido una tregua de 40 años, pero no la respetó sino que decidió exigir impuestos anuales de cada habitante de Roma, a la que consideraba su feudo. Al mismo tiempo, rechazó diversas peticiones que le hizo un emisario de Bizancio, acompañado, por Pablo, hermano del Papa, para que restituyera los territorios imperiales de los que se había adueñado. Ante tantos fracasos, el Papa pidió ayuda al emperador Constantino V (741-775), pero tampoco logró mucho, de suerte que optó por dirigirse finalmente a Pipino III, rey de los francos (751-768), así como antes Gregorio III se había dirigido en su momento a Carlos Martel el año 739. Pipino dio una respuesta afirmativa y al mismo tiempo envió dos emisarios al Papa para escoltarlo. El 6 de enero del 754 Esteban II fue acogido obsequiosamente por Pipino en Ponthión. Esteban volvió a suplicar al rey para que liberara al pueblo de los longobardos. El resultado de este encuentro fue el compromiso de Pipino de proteger la iglesia romana y las prerrogativas del Papa, al que prometió por escrito que garantizaría como legítimas las posesiones de San Pedro, además del ducado de Roma, Rávena, el exarcado y otras ciudades, más otras áreas vastas de la Italia del norte y central.
Algunos opinan que Esteban hizo sus reivindicaciones basándose en la así llamada "Donación de Constantino", pero no hay datos de ello. El 28 de julio del 754 el papa, aunque enfermo, ungió solemnemente a Pipino en San Denis cerca de París, sellándose así la legitimidad de la dinastía, y confirió al rey y a los suyos el título de "Patricios de los Romanos". Pipino derrotó dos veces al rey longobardo, en agosto del 754 y en junio del 756. Los funcionarios bizantinos alegaron que los territorios pertenecían a su emperador, pero Pipino replicó que había tomado las armas sólo por amor al sucesor de San Pedro y por la remisión de sus pecados, de suerte que no estaba dispuesto a entregar sus conquistas a ningún otro que al "apóstol". Seguidamente donó perpetuamente Rávena las ciudades del exarcado, la pentápolis, la Emilia a "San Pedro" y a la Iglesia romana.
Sin embargo, el peligro lombardo no había quedado definitivamente conjurado por las acciones militares de Pipino el Breve. El rey Desiderio invadió los Estados Pontificios y hasta la misma Roma. Adriano I, Papa a la sazón (774), invocó de nuevo en este trance a los francos para que le dispensasen su protección. Carlomagno acudió ahora en ayuda de la Santa Sede, como años atrás hiciera su padre. El resultado fue la restitución de los bienes de la Iglesia y la promesa, no cumplida, de anexión de otros territorios. En todo caso, la mayor parte de la Italia central quedó constituida en un estado independiente bajo el gobierno de los papas. En agradecimiento, el Papa coronó a Carlomagno como emperador de Occidente en el año 800.

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